martes, 23 de marzo de 2010

SIDRA DULCE Y FILANDON



Pasadas las estaciones de primavera y verano, recogidos los frutos, cereales y la hierba seca en los prados, llegaban el otoño e invierno produciéndose un cambio profundo en las actividades agrarias, había de atenderse a la recogida de la manzana y fabricación de la sidra, al lino y sus
"filandones"; al maíz y las "esfoyazas", a las castañas, "guetas" y "magostos". Trabajos duros que las familias rurales sabían llevar con dignidad, y conseguían hacerlo más llevadero al transformar estas labores en trabajo-diversión.
Del cultivo del lino, en Asturias denominado vulgarmente "llin", nacieron las "filas", "filadas", o
"filandones", provenientes sus nombres del latín "filiun", hacer hilo, y se dice que su introducción en territorio astur procede de la Roma Imperial de César Augusto.
A las filadas, filas o filandones de vecindad-"hoy en mi casa, mañana en la tuya"- asistían las mujeres de todo el pueblo, especialmente las jóvenes, debido a lo cual se hacían casi siempre en las noches de los jueves y sábados, días tradicionalmente señalados de cortejo, y en feliz correspondencia con las mozas filanderas asistían los mozos que, ciertamente no hilaban, pero sí "rastrillaban", "devanaban", "espadaban" y, también, de vez en cuando, repartían castañas y sidra.
En las cocinas si fuesen amplias, en locales apropiados o debajo de los hórreos y paneras, las hilanderas sentábanse en corro con la rueca a la cintura y la rocada sujeta con el adorno de pañuelos de colores. Sus dedos índice y pulgar de la mano izquierda, ensalibados en la boca, comenzaban a "esmesar" el copo, mientras la otra mano giraba vertiginosamente el "fusu".
Muchas mozas hilanderas de la vecindad, a sabiendas de que en las casas donde iban a hilar habría castañas en abundancia a disposición de todos los presentes, las llevaban cocidas , o
"corbatas", en sus faltriqueras debajo de los mandiles, tal vez como "pasa caminos" o quizás con otras intenciones, ya que, una vez en las banquetas puestas a "filar" tenían las dos manos ocupadas, por lo que, los mozos, atentamente solícitos, con las suyas, se las sacaban de las faltriqueras, ofreciéndoselas amablemente en sus bocas.
LA NUEVA ESPAÑA- (MARINO BUSTO)

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