martes, 10 de agosto de 2010

LA BRUJA ASTURIANA


La fantasía de las brujas ha vivido en la tradición asturiana y ha sido transmitida hasta nosotros en cientos de versiones, ya por el caminante, o por el soldado para amenizar las veladas, o bien por el abuelo, al calor del hogar en las noches de invierno.
Según Caro Baroja – “la conciencia de que existen o han existido brujas la tienen todos los campesinos europeos”.
La creencia más antigua, es la de que vuelan utilizando como máquinas voladoras a carneros negros, machos cabríos, lobos, etc.
Con el paso del tiempo, la creencia sufrió mutaciones, estableciendo palos rajados, ruecas, palas y, finalmente, escobas. Algunas teorías modernas pretenden hallarle un fundamento real. Advierten que las brujas “acudían a pie a sus aquelarres, que se celebraban por la noche, y es natural que llevaran un bastón, y en algunos casos el mango de una escoba, para ayudarse en su camino por el sendero. Cuando llegaban a un arroyo o a un charco fangoso, utilizaban el bastón para saltarlo o volar por encima. El cabalgar “a horcajadas” sobre una escoba, formaba parte de algunos ritos del Sabbat”.
Cualquiera que fuera la máquina voladora, el elevarse por los aires suponía sus riesgos. Lo confesaba una bruja, de nombre Lucrecia, que conoció el suplicio del fuego y a la que su demonio arrojo, cuando regresaban del aquelarre, al oír el toque del ángelus. Lo advierte la tradición astur, asignando poderes específicos, al tañido de las campanas de Celón y Bustantigo, en Allande; San Facundo, en Tineo; San Mamés, en San Martín del Rey Aurelio; el Carbayo, en Langreo, etc.


LOS CONJUROS-
Un tipo de réplica al maleficio de las brujas, fue el de los conjuros, Para cada asunto había un conjuro correspondiente.
El toque de campanas para combatir las tormentas y preservarse del rayo fue recurso muy normal. En algunos lugares, como Valle de Lago, en Somiedo, tenía la seriedad de un rito, para ello contaban con un palo que, por vecera, era llevado de casa en casa. Cuando se aproximaba la tormenta, el vecino que lo tuviera en su poder, corría a tocar las campanas con el palo, pasándolo luego a la casa inmediata. Había zonas donde el toque se acompañaba con este conjuro:

“Tente nube,
Detente tú,
Que Dios puede
Más que tú;
Detente nube,
Tente nublado,
Que Dios puede
Más que el diablo”.

2 comentarios:

  1. Ya lo dicen los gallegos: "...haberlas, haylas."
    Gran estudioso, Caro Baroja, del tema; leerle, como leer a su tío D. Pío, es todo un placer.
    Saludos.

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  2. ¡¡Fíjate!! Vivo en un cruce, de las que van dirección a Sevilla…je je.
    Saludos.

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