sábado, 12 de mayo de 2012

LA MUJER EN LAS FÁBRICAS DE CONSERVAS


El personal de la fábrica estaba formado principalmente por mujeres, la mayoría esposas e hijas de pescadores, por cuyas manos pasaba todo el proceso de manipulación y tratamiento del pescado desde su entrada fresco en las naves hasta su salida transformado y enlatado en alguno de los diferentes productos listos para su comercialización y consumo.

 El número de hombres era reducido, sobre un 10% del total de la plantilla; su actividad se caracterizaba por ser fija durante todo el año y por su especialización: administrativo, latero, soldador, mecánico, fogonero, conductor..., por el contrario, el trabajo femenino era temporal, supeditado a las diferentes costeras durante las cuales, la abundancia o escasez de capturas sería determinante para su actividad, lo que implicaba que la mayor parte de las operarias fueran eventuales, siendo llamadas para trabajar sólo cuando en las fábricas entraba suficiente pescado para transformar.
 Diez eran las horas de trabajo ordinario hasta la implantación en octubre de 1.919 de la jornada de ocho horas diarias o cuarenta y ocho semanales, el horario de trabajo en una jornada normal, con suficiente pesca para transformar, era de nueve de la mañana a dos de la tarde y de tres a seis de la tarde, con entradas y salidas anunciadas por el puntual sonido de la sirena que se oía en todo el pueblo.

 La actividad de las operarias eventuales tenía una cierta especialización: había una encargada que supervisaba el trabajo de las mujeres durante las distintas fases del proceso y controlaba que todo funcionase adecuadamente; otras ejercían de cocineras preparando las distintas salsas (escabeche, pisto, tomate...); una labor importante era el empacado del pescado, operación crucial para la buena presentación y venta del producto que requería una gran habilidad manual, recayendo en las mujeres más diestras (empacadoras); había operarias que se encargaban del cebado con el aceite o las salsas, del cierre y revisado de las latas, de quitarles todo aceitoso con serrín, de pegarles la etiqueta y meterlas en estuches de cartón, de apilarlas ordenadamente en el almacén... Estas distintas tareas no tenían luego reflejo en el jornal, que era el mismo para todas.

Cobraban el sábado de cada semana, experimentando su salario diario una lenta evolución con el paso de los años: 2 pesetas (tras diez horas de trabajo) en 1.914; 2,25 pts en 1.920; 3 pts en 1.930; 4,20 pts en 1.940; 10 pts en 1.950; 37,6 pts en 1.960... En la primavera comenzaban a trabajar el bocarte, que habían dejado prensando en sal desde la temporada anterior, para hacer filetes de anchoa. Como esta actividad no requería la presencia de todo el personal eventual, con la finalidad de que todas las mujeres pudieran percibir algún ingreso, se dividía la plantilla en tres turnos de trabajo, acudiendo cada turno dos o tres jornadas por semana en función de las necesidades de la fábrica.
Distinto era cuando llegaba la temporada fuerte de las costeras, especialmente la del bonito en el verano, comenzaba entonces una dura y larga tarea en la que, en ocasiones, era necesario el trabajo simultáneo de toda la plantilla de mujeres. La llegada diaria de los barcos al muelle a últimas horas del atardecer, hacía necesario que a los cientos de bonitos adquiridos por la fábrica se les sometiera a un tratamiento inmediato, nada más entrar en sus instalaciones, con el objeto de impedir su deterioro y con ello la pérdida de calidad.

proceso consistía en descabezar y eviscerar los bonitos para posteriormente cortarlos en gruesas rodajas (ruedas) que se rebozaban en sal, evitando con estas simples operaciones su alteración y preservando su frescura y calidad hasta el posterior proceso de enlatado. Finalizaba esta agotadora tarea nocturna con la limpieza de los suelos totalmente cubiertos de sangre y despojos del pescado. Para esta labor fuera del horario normal, volvía a funcionar de nuevo el sistema de turnos de trabajo, de manera que que todos los días había un grupo de mujeres que tras la jornada habitual, con la entrada de las embarcaciones, retornaban a la fábrica por la noche donde permanecerían hasta acabar con el último bonito para, tras regresar a casa y después de unas pocas horas de descan
so, volver a la mañana siguiente a reincorporarse en la jornada ordinaria.

Fuente visitada.
Historia de Gozón-(A través de sus mujeres).  Lucía Fandos Rodrígez.

3 comentarios:

  1. Muy interesante yo conocí el trabajo de la mujer en la fabrica de tabacos.

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  2. Yo tuve la ocasión de conocer las conserveras gallegas, y en efecto lo pasaron malñ.
    Posteriormente, las condiciones económicas (que no las laborales), mejoraron bastante.

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  3. Soy gallega. Sigue habiendo empresas conserveras en las que hay que devolver la media hora de descanso, al final de la jornada. Se trabajan 8 1/2 horas al dia por 750 €.
    Eso de mejoraron bastante suena más alentador de lo que realmente es. Una pena.

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